Monday, July 18, 2011

La marcha imparable de las mafias: El intimidante despojo de propiedades

An important editorial on recent developments in organized crime in Guatemala by El Periódico's Jose Rubén Zamora. MD

País

La marcha imparable de las mafias: El intimidante despojo de propiedades

Jose Rubén Zamora

El Periódico

(Read the original article here)

Ante nuestra mirada estupefacta e irremediable impotencia, las mafias se siguen apoderando de Guatemala. Las estructuras ilegales han diversificado sus negocios, además de mover droga, contrabandear mercaderías y tesoros, traficar y esclavizar personas (sobre todo mujeres y niños) y blanquear sus ilícitas ganancias, ahora despojan propiedades a sus legítimos dueños.

Ya no son simples abogaditos mañosos y sin escrúpulos, especializados en identificar tierras no registradas y que de un plumazo las traspasan a sociedades anónimas de gaveta, ni ladrones de poca monta, que a hurtadillas llegan a arrancar las anotaciones al Registro de la Propiedad.

Ahora son verdaderas redes criminales que le echan el ojo a la propiedad que se les antoja, sea por su posición estratégica o por sus buenas instalaciones para almacenar mercadería ilícita y las roban por las buenas o por las malas.

Esta práctica echa raíces en la historia del país, pero dio un salto brutal en tiempos del Mono de Oro, cuando sus asesores corruptos de cuello blanco descubrieron que, desde el poder, el Estado de Derecho se podía retorcer también para favorecer intereses particulares. Ese es un buen punto de comparación, pues Arzú y sus testaferros garantizaron la impunidad de estafadores financieros, en buena medida estatizando las pérdidas de las financieras privadas a través del CHN, institución que utilizó como banco central de esos estafadores. Mientras, también estos estafadores financieros se robaron Q2.8 millardos a costa de miles de ahorrantes de clase media y media alta, que dolorosamente vieron esfumar su patrimonio, sin encontrar respuesta judicial, pues el régimen de turno fue su tapadera. Además, despojaron con lujo de fuerza e impunidad a empresarios decentes que impulsaban proyectos inmobiliarios. Estos no solo sufrieron el despojo ingrato de sus terrenos y maquinarias, sino que debieron huir del país para no perder lo último: la vida.

Una nueva estructura criminal, conocida en el bajo mundo como la Mafia Itemm, que se ha robustecido blanqueando el dinero del narco, hace su aparición en la carretera a El Salvador, en Las Cañas, Milpas Altas, y en la CA-9, jurisdicción de Palín, Escuintla.

Hace dos años, a unas bonitas bodegas en Fraijanes, carretera a El Salvador, llegaron unas personas en carros de lujo, ropa de boutique y cadenas de oro de muy mal gusto.

Preguntaron por el propietario, un hombre de avanzada edad, quien había invertido en esas instalaciones su jubilación.

Los invasores le gritaron: “Esto es nuestro.” “¡Cómo va a ser!”, replicó el dueño, encolerizado. Los usurpadores llevaban supuestos títulos de propiedad, y el viejo, confiado, los desafío: “Nos veremos en los tribunales”.

Nunca llegaron con el juez. Días más tarde, entrando en sus bodegas, el anciano fue acribillado. Aprovechando la congoja familiar, los truhanes se hicieron de la propiedad con papeles falsos y bajo el amparo de autoridades judiciales.

En otro territorio, en Las Cañas, robaron 4 manzanas de terreno, matando al propietario. El capo juega monopoly al mejor estilo de las mafias de Chicago y de Sicilia de hace un siglo. Mata a quienes despoja, y a sus competidores, pero también a sus socios. Fue el caso, a finales del 2007, de Estuardo Ortiz y del peruano Ricardo Segura, con quienes compartía el negocio de la chatarra, y de Juan Manuel Paiz, también su exsocio en una financiera. Y además le gusta el cobre ajeno: Telgua y la Empresa Eléctrica han enfrentado problemas de transmisión debido a que les hurta el metal.

Otro caso, de la misma banda, ocurrió en diciembre pasado. La táctica, esta vez, fue más sofisticada, aunque también sangrienta. Primero enviaron a Blanca Juárez (foto 1), una mujer de condición humilde, a reclamar la propiedad de una franja de 2 kilómetros de frente por 200 metros de fondo, sobre la CA-9, en Palín. Se trata de una fracción desmembrada de la finca La Compañía, donde ya hay una lotificación desde hace varios años. Por cierto, esta finca la conocí de patojo, pues era propiedad de Tere y Arturo Altolaguirre, los padres de Martita y, junto a la familia, la disfrutamos mientras transcurrían placenteros algunos domingos.

A la señora Juárez le siguió un grupo, encabezado por Paola Flores García, una supuesta Jackie (foto 2), haciéndose acompañar de Víctor Manuel López y José Pelón, lugartenientes del Capo, y media docena de gente armada. Ellos se transportan en una Cherokee P 190 DDH, una camioneta BMW X3 P 547DNH, una Mitsubishi Lance gris P 320 DDP y un picop blanco Chevrolet P 146 DWN.

Paola Flores, una mujer robusta de mediana edad, se identificó como heredera de las tierras. “Yo vivo en Miami y me avisaron que mi papi me dejó esas tierras, que eran de él, y las puso a nombre de algunos de sus empleados, y ahora unos invasores me las están robando”.
El modus operandi de la banda fue así: compraron legalmente unas tierras sobre la CA-9, luego usaron los planos, falsificaron títulos de 1957 y superpusieron la propiedad sobre otra que es legal y legítima. Aunque no cazaban los linderos ni correspondían las vecindades, y sin citar a las partes, la jueza Liliana Joaquín Castillo, del Juzgado 13o. de Primera Instancia Civil, les dio posesión, haciéndoles acompañar fuerzas de la PNC.

De hecho, la banda tiene a sueldo un agente policial, Manuel Rey (foto 3), quien se moviliza en un picop blanco Mitsubishi P 857 DMP e intimida a los legítimos propietarios.

Pero más que intimidar, como ya se vio, esta mafia también asesina. Munir Masis Masis fue otra de sus víctimas. Él poseía una bodega, también comprada de los desmembramientos de la finca La Compañía, y como se resistió al despojo, lo mataron.

No es casualidad que frente a la propiedad invadida por la mafia, está el negocio de chatarra del Capo, a quien la DEA y la CICIG le vienen pisando los talones. Su nombre es Ítem y su fortuna reciente crece a un ritmo exponencial. Lleva una vida digna del jet set, al mismo estilo del Cartel de los Sapos. Pero él sigue campante: sus testaferros ya comenzaron a llamar a los dueños de un tercer terreno, contiguo al que acaban de robar. Dentro de poco sus 2 kilómetros de carretera serán 6. Todo, a ciencia y paciencia de jueces y policías corruptos.

Guatemala, lunes 18 de julio de 2011

Wednesday, July 13, 2011

A few notes on Dominica

Often, my reportage takes place in some of the world’s harsher countries, so it is nice, for a change, to be able to share with readers a bit about the Caribbean island nation of Dominica, wherefrom I have just returned after a brief visit and where I enjoyed my first days off a regular intensive work schedule since January. Thank the heavens for cashing in frequent flyer miles.

Referred to as the Nature Island of the Caribbean, flying into Melville Hall Airport one can easily see why: Vaulting mountains covered in thick green vegetation before they disappear into rolling banks of white and grey clouds. A country whose vigorous topography shelters some wonderfully hidden surprises and where the impact of tourism thus far seems to be minimal, Dominica reminds one of what other Caribbean nations must have looked like 150 years ago, before rampant deforestation took its toll.

I began my stay with a drive from the airport to Portsmouth, on the northwest coast, where I stayed at the newly-opened Secret Bay villas. Secret Bay is run by the very charming and welcoming Gregor Nassief and Sandra Vivas, with a very personable and professional staff and a fantastic location above two sheltered and semi-hidden beaches. I found the rhythmic surf ideal for reading (at that moment Tahar Ben Jelloun’s A Palace in the Old Village, Aldous Huxley’s Beyond the Mexique Bay and Francisco Goldman’s The Art of Political Murder) and writing.

But I did not come to Dominica for work, and so I set about exploring a bit of the country, as well, venturing through Carib territory - which hosts the Caribbean's last surviving indigenous ethnic group, the Caribs, who speak their own language, Kalinago - and to the Emerald Pool, a lovely green waterfall set among the midst of jungle greenery in the Morne Trois Pitons National Park.

A boat trip up the Indian River and a hike through Cabrits National Park to Fort Shirley were also highly enjoyable. Lunches by the beach at the Purple Turtle in the company of two very friendly stray dogs and dips in the Caribbean rounded out the picture nicely.

As I love to do, I hailed a bus along the main road out of town and, traveling among local folk, headed south along the west coast of the island. Just outside of the capital city of Roseau, I stayed at my friend and fellow Haiti-enthusiast Robert Maguire’s vacant cottage in Gomier, nestled deep in the woods and with a commanding view of the Caribbean a mile below. There, a cacophony of insect and animal noise emanated from the tropical night, which some might find deafening but which I have always found very soothing.

Roseau itself proved to be an interesting, very colourful town with lots of brightly-coloured buildings and a pleasant Caribbean hustle and bustle about. I found Coco Rico a good place for breakfast and the Fort Young Hotel an enjoyable place for a later afternoon cocktail as the sun sank into the Caribbean. I was even able to meet my colleague from the Association of Caribbean Media, Thalia Remy, for breakfast.

An interesting cultural wrinkle: Though I was able to converse freely in Haitian Creole with two nice women from Haiti’s Artibonite Valley selling vegetables by the roadside in Roseau, I also found that the Dominican variation of Creole - though my no means an exact replica - was mutually comprehensible with the Creole I learned during the my years in Haiti. I can certainly see the cultural and linguistic connections that lead the Haitian anthropologist Michel-Rolph Trouillot to do some of his earliest and most important work in Dominica.

Returning to New Orleans by way of San Juan, Puerto Rico, I even had the chance to explore a bit of Old San Juan and the vibrant neighborhood of Santurce during my overnight in the city.

I should do this vacation thing more often.

Photo © Michael Deibert

Tuesday, July 05, 2011